domingo, 29 de enero de 2012

El Desaliento colectivo

Razones contra el desaliento colectivo

España sabe lo que es competir con éxito. Se puede creer en el futuro



Ha sido como recibir un disparo en pleno vuelo. La crisis trunca el viaje hacia las economías punteras y socava la autoconfianza justo cuando el país salía de su pozo de pesimismo histórico y se desembarazaba de fantasmas y atavismos. El duro castigo del paro y los recortes sociales viene adobado en la convicción de que el Gobierno, cualquier Gobierno, es impotente frente a los poderes exteriores y las convulsiones financieras. Cae la confianza en las instituciones y en las élites mientras la marca España se erosiona, desdibuja y degrada. “Llevo un año oyendo a mi alrededor que vamos al desastre, y que hay que sacar los ahorros”, se lamenta Jorge Sendagorta, presidente de Sener, empresa de ingeniería triunfante en medio mundo.
¿Hay razones para tanto pesimismo en esta España que reemprende el camino de la emigración después de haber sumado, y en un tiempo récord, un 10% de población inmigrante? ¿El país que protagonizó la gesta de darse la vuelta a sí mismo, como a un calcetín, en solo 30 años va a condenarse a caer por el agujero de los proyectos frustrados? La pregunta es si España tiene mimbres suficientes para vencer la situación y remontar el vuelo con los mejores.
Del Bosque: "Nos hemos quitado definitivamente el complejo histórico"
El hispanista John Elliot sostiene que los españoles son demasiado autocríticos y que el sentimiento de fracaso generado históricamente con la pérdida del imperio sigue latiendo y abonando la percepción de que “España es diferente”. Cabría preguntarse si esa singularidad es siempre para mal. ¿Acaso este país no ha tenido mucho que celebrar en estos siete lustros de democracia? “Las cosas funcionan mejor de lo que nos decimos unos a otros. Hacemos juicios peyorativos sobre nosotros, en parte porque ignoramos que las cosas no discurren por ahí fuera tan bien como creemos”, asegura Eduardo Serra, exministro de Defensa y presidente de la Fundación Everis.
Sobrevolar el inquietante panorama actual requiere saber qué cosas sí funcionan y por qué; en qué depósitos objetivos se puede encontrar el aliento imprescindible para encarar el futuro. Por sarcástica que pueda parecer la referencia deportiva en el país de los cinco millones de parados y ninguna universidad entre las 148 primeras, el deporte está siendo el gran campo de pruebas que, un día sí y otro también, demuestra que los españoles pueden afrontar con éxito la gran batalla planetaria en curso de la competitividad. Es una noticia capital, puesto que borra el tópico de Américo Castro (España en su historia, 1948), según el cual “el rasgo dominante nacional es la conciencia de inseguridad del español ante el vivir colectivo y la angustia consiguiente de existir”.
Ajenos al cultivo morboso de las insuficiencias propias y enemigos declarados de la autoflagelación colectiva, los deportistas españoles cosechan resultados más allá de lo que les correspondería por el nivel de desarrollo y del PIB de su país. “Nos hemos quitado definitivamente el complejo histórico que nos llevaba a pensar que lo de fuera era siempre mejor. Antes salíamos a ver cómo funcionaban en otros países y ahora son ellos los que vienen aquí a ver nuestras instalaciones y métodos de formación deportiva”, certifica el preparador nacional de fútbol, Vicente del Bosque.
(...)
Ahora que ha quedado dolorosamente en evidencia la falta de adecuación de nuestro modelo productivo, se cuestiona duramente la calidad y competencia de las élites políticas. ¿Son las únicas responsables de que España necesite crecer a una media de 3,5% de su PIB durante 11 años consecutivos para reducir su desempleo estructural al 8,5%, que es el máximo porcentaje de paro en Alemania? ¿Cuánto tiene que ver la cultura especulativa, oportunista, del corto plazo que se desentiende frívolamente del futuro? El hecho de que tres grandes escuelas de negocios españolas: IE Business School, IESE y ESADE, figuren entre las 10 primeras no ha hecho surgir grandes capitanes de empresa, ni ha instaurado una cultura emprendedora, salvo en el País Vasco, donde sí existe el microclima industrial y empresarial.
La familia es el gran colchón que en España amortigua el impacto brutal de la crisis, el refugio material y anímico de los desahuciados o amenazados por el sistema. “Ya hay familias enteras viviendo de las pensiones de las personas mayores. Si en estos momentos no hay disturbios en las calles es porque el paro se concentra en los jóvenes, que cuentan con la protección familiar, y en los inmigrantes, que lo sufren todo en silencio, pese a que la pobreza entre ellos alcanza a uno de cada tres, el doble que entre los autóctonos”, explica Mercé Darnell, analista de Cáritas de Cataluña.
Los decálogos de soluciones no son tan dispares como cabría suponer
Bien probada en las donaciones de órganos para trasplantes y en las ayudas económicas a países en dificultades, la solidaridad española ejerce también como positivo factor diferencial en la asistencia a los enfermos mentales y discapacitados, áreas en las que las Administraciones apenas cubren una atención mínima. Muchos miles de voluntarios ejercen, además, a diario, una labor social inexcusable. Dice Mercé Darnell que la crisis está agudizando el ingenio e inventando fórmulas de ayuda mutua sin dinero de por medio, como los bancos de tiempo —“yo te enseño a cocinar, tú me pintas la sala”—; los cheques de valor temporal —“cuidas a mi hijo y te doy clases de inglés”— o simplemente, el intercambio de bienes. España tiene en la solidaridad lo que los sociólogos definen como la “fortaleza económica del núcleo social”. Es una ventaja neta frente a las sociedades de elevado individualismo y un verdadero tesoro, sobre todo, si la merma o fractura del Estado de bienestar exige un plan nacional de salvación de náufragos.
En la hora del pesimismo colectivo y de las malas noticias cotidianas, quizá convenga recordar que la sociedad española ha sabido dotarse de una sanidad pública, gratuita y universal envidiada en el mundo; de punteras instalaciones energéticas renovables, grandes infraestructuras y excelentes plantas de fabricación de automóviles, de un Ejército pequeño pero bien armado muy presente en las misiones de paz, de una sofisticada y completa red de distribución eléctrica... Aunque la calidad de su sistema educativo, las patentes de utilidad y el peso de su investigación esté por debajo de las economías líderes europeas, España tiene uno de los niveles más altos de matriculación en educación primaria y secundaria y un idioma que es el cuarto más hablado y el segundo más estudiado. ¿Hay que hablar de su riqueza y diversidad cultural, el clima, facilidad para relacionarse, el gusto por la vida, la fiesta, la gastronomía? Sin haber perdido raíces, ni singularidad, es el tercer receptor de turismo, tras Francia y EE UU, y el primero en calidad de infraestructura turística.
En España se forma hoy a los mejores ingenieros, médicos y matemáticos
Un aspecto positivo de esta crisis es que está generando una intensa reflexión doméstica sobre cómo enderezar el rumbo y hacer frente al porvenir. Aunque los colectivos que promueven esa reflexión en la sociedad civil cubren un amplio abanico que va desde los gabinetes de ideas hasta el movimiento del 15-M, los decálogos de soluciones no son tan dispares. La necesidad de regenerar la política con el establecimiento de pactos estables de Estado, la democratización interna de los partidos, la reforma de la ley electoral, el respeto a la independencia judicial y la lucha contra la corrupción son, junto al desarrollo de la innovación y la competitividad, reclamaciones bastante comunes. No pocos gabinetes de ideas plantean reforzar la identidad española como requisito necesario para consolidar la marca España. “Además de la envidia, una cosa muy mala que yo solo veo aquí, es que nos tiramos continuamente los trastos a la cabeza. Necesitamos muchísima más solidaridad nacional”, indica Jorge Sendagorta.
El espectáculo cotidiano del cierre de empresas puede producir una equivocada sensación de derrumbe general. “España es una potencia tecnológica e industrial”, asegura el catedrático de Economía del País Vasco Roberto Velasco. Un vistazo a las clasificaciones empresariales muestra que, a diferencia de lo que ocurría en la crisis de los años noventa, España cuenta ahora con grandes multinacionales que se manejan eficazmente en el campo de la energía, la construcción, la banca, la ingeniería de sistemas, la telefonía, la hostelería —el 42% de las camas hoteleras de Cancún lo gestionan empresas españolas—, así como una pléyade de empresas exportadoras: Inditex-Zara, Roca, Pronovias, Antolin, Idon, Indra, Ebro —vende arroz a los chinos—, Altadis, Indo, Acerinox, Gamesa, Tubacex, CAF, Abertis, Freixenet,… declaradamente exitosas. No puede ser casual que las firmas exportadoras españolas sean, tras las alemanas, las que mejor se están comportando en la crisis.
La solidaridad es una gran ventaja frente a sociedades individualistas
¿Cuál es, por ejemplo, la fórmula Sener, que en los últimos 25 años ha multiplicado por 10 su plantilla hasta alcanzar los 5.100 empleados, ingenieros en sus inmensa mayoría, con un crecimiento medio anual del 16%? Sener cumple, por supuesto, con las tres i de la innovación, la internacionalización y la inversión —destina el 80% de sus beneficios a I+D—, pero la clave de su éxito reside en que no acomete ningún proyecto sin antes haber tratado de mejorarlo e innovarlo. “No buscamos ser los más baratos, sino los mejores. Lo primero es tener superioridad tecnológica sobre nuestra competencia y lo segundo, venir temprano a trabajar dispuestos a meter muchas horas con la ilusión de vencer los retos y el gusto de hacer las cosas bien. Cuando las cosas se hacen sistemáticamente bien, salen bien”, afirma Jorge Sendagorta.
“El problema es que nuestras empresas exportadoras siguen siendo pocas; necesitamos muchas más para que tiren del resto”, explica José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos. Cambiar el modelo productivo del ladrillo por otro de mayor valor tecnológico requerirá derivar la inversión hacia sectores tecnológicos de mayor valor añadido, corregir la tasa de abandono escolar —el 30%—, y acometer la formación de calidad y la excelencia investigadora. Juan José Dolado, catedrático de Economía de la Carlos III, de Madrid, y Federico Steimberg, investigador principal del Instituto Elcano, piensan que la universidad española está hoy formando a los mejores ingenieros, médicos y matemáticos, aunque el país no consiga luego retenerlos.
Pese a todo, España cuenta con algunos departamentos universitarios excelentes, con 24 investigadores entre los 100 más citados en sus respectivas especialidades y ahora también con la seguridad de que sus antiguos complejos están bien enterrados. El genio competidor está bien vivo, aunque habrá que romper la carcasa del viejo modelo productivo, hacer las reformas políticas, administrativas, educativas necesarias; salir y confrontarse mucho más en el exterior y también activar una corriente continua de oleadas de ánimos solidarios que alcance a todos. La gran diferencia es que ahora España sabe que puede competir con éxito

Las hipótesis son sólo eso, hipótesis

La idea que sostiene Tamames es un capítulo específico de la idea común al pensamiento económico anglosajón (neoliberal o neoconservador), sobre todo, que considera la libre competencia como el único estímulo de las capacidades de los individuos y sociedades para progresar (el subsidio de desempleo desmotiva la búsqueda de un nuevo trabajo, las empresas públicas no son competitivas "per se", los funcionarios no están motivados, el comunismo ha fracasado...) y proscribe, por tanto, la intervención del Estado en la economía.

La crítica que se puede hacer a este principio, como elemento rector de la vida económica y social, es que deja de lado otros principios que hacen el planeta relativamente habitable y tratan de evitar el regreso a la ley del más fuerte: la solidaridad con los individuos, grupos o países necesitados (la fortuna es mudable y eso vale para individuos, como nos dice la experiencia, y para países como nos enseña la historia), la equidad, la paz social ... Lo que no impide admitir que, efectivamente, la competencia sea saludable; por eso, nuestra Constitución define a España como un Estado social y democrático de derecho. Es decir, defiende la propiedad privada y el libre mercado, pero protege a los individuos con medidas sociales.

Bajando de los principios a la práctica, la idea de Tamames sobre la que me pides opinión, me parece una afirmación gratuita, una hipótesis, en todo caso, que habría que demostrar en sectores y sitios concretos. Hay factores físicos, históricos y humanos -el nivel cultural, el buen o mal gobierno- que pesan bastante más que las ayudas en el camino al desarrollo. Resulta, por ejemplo, que la agricultura española -tan protegida como la francesa- es extraordinariamente competitiva en muchas regiones, entre ellas la subvencionada Andalucía; los empresarios del textil que exportan a todo el mundo (INDITEX con ZARA) son gallegos, las fragatas militares españolas se venden mejor que las de países industrialmente más potentes, se acaba de firmar un convenio con Arabia Saudí para construirles el AVE... Pasa como con las personas, puede que algunos se conformen con cobrar el paro y no se molesten en buscar trabajo, pero la inmensa mayoría se prepara concienzudamente y busca trabajo donde lo haya.

Patricio de Blas
Historiador

¿Nos hemos adormecido?

"El avance de cada país, está claro, no se correlaciona con un
antes
ayudas, sino más bien de políticas aplicadas por cada país en cada
momento y de aprovechamiento del capital endógeno en los términos
de Solow.
Para comprobar el anterior aserto basta ver la evolución de la
convergencia a lo largo de los cuarenta años que van desde 1960
hasta 2000, recogida en la figura 1. En 1960, cuando España no
pertenecía a la CEE, el PIB per cápita, en términos de PPC, era igual
al 57,2% del PIB medio de los países de la Unión Europea de los
y un después de su entrada en la UE. No es una cuestión de
Quince
per cápita creció al ritmo del 12,02% anual mientras que el de la hoy
EU-15 lo hacía al 9,75%.
El referido mayor crecimiento español hizo que en 1975 el PIB
per cápita de España subiera al 77,7% de la media de los Quince.
¿A qué se debió esta fuerte mejora? Pues, sencillamente al Plan
de Estabilización y las medidas ulteriores, que pusieron remedio a la
crítica situación a que habían conducido las previas políticas
autárquicas. En cambio, entre 1975 y 1986, hubo una caída relativa
del 77,7 al 69,8 por 100 por toda una serie de situaciones
relacionadas con los choques petroleros, el proceso inflacionista, etc.
En cambio desde 1986, ingreso de España en la CE, todo empezó a
mejorar hasta 1991. Para entrar luego en un fuerte deterioro hasta
1994 (recesión del Golfo, etc.).
En cualquier caso, no se aprecia una correlación estricta entre
fondos comunitarios recibidos y crecimiento. Lo cual no quiere decir
que las ayudas comunitarias, recibidas desde la entrada de España en
la UE, no se hayan empleados útilmente, y que no hayan servido para
. Y entre 1960 y 1975, sin ninguna ayuda comunitaria, ese PIB
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financiar proyectos importantes (carreteras, ferrocarriles, colectores,
depuradoras, etc.) en las regiones que se han beneficiado de los
fondos estructurales.
Pero, insistimos, no existe una relación directa entre las
ayudas recibidas por cada región y el desarrollo de la misma medido
por el crecimiento de su PIB per cápita. En ese sentido, deberían
buscarse algunas explicaciones.
Para empezar, los fondos estructurales se otorgan basándose
en proyectos que la región está dispuesta a emprender. Disposición,
que depende de la creatividad de la propia Comunidad Autónoma de
que se trate y de los propios recursos en capital humano y en
tecnología disponibles, que varían mucho de una región a otra.
Al respecto, en el cuadro 5, se contemplan las seis regiones
menos desarrolladas en 1999, con el importe de los fondos
estructurales y de cohesión que recibieron cada una desde 1991
hasta 1999. Los importes globales van desde 5.590 millones de euros
para Andalucía, hasta 893 millones para Murcia.
Si se tiene en cuenta la población de las distintas regiones, se
observa que las ayudas por habitante, varían considerablemente;
desde 694 euros para Castilla-La Mancha, hasta 1.498 para
Extremadura, pasando por 1.095 para Asturias.
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CUADRO 5:
FONDOS COMUNITARIOS Y CRECIMIENTO DEL PIB PER CAPITA POR REGIONES
CC.AA. Habitantes
Fondos
Recibidos Per PIB per capita (PPC)
1998 1991-99(1) capita '% UE-15 Variación (%)
(miles) (Meuros) (euros) 1991 1999 anual total
Andalucía............. 7.258 5.590 770 54,27 55,01 0,17 1,36
Asturias ................ 1.080 1.183 1.095 66,48 65,34 -0,22 -1,71
Castilla-La Mancha . 1.720 1.994 694 62,70 63,25 0,11 0,88
Extremadura ......... 1.069 1.602 1.498 50,34 54,60 1,02 8,46
Galicia .................. 2.724 3.479 1.277 65,27 67,11 0,35 2,82
Murcia .................. 1.119 893 798 66,89 65,11 -0,34 -2,66
(1) Transferencias de fondos estructurales y Fondo de Cohesión por regiones. Flujos
anuales 1991-2000.
Fuente: Banco de España. Cuentas Financieras de la Economía Española 2001 y Renta
Nacional de España y su distribución provincial, Fundación BBVA.
Por otro lado, en el propio cuadro 5 aparece el PIB per cápita de
cada región en porcentaje del PIB per cápita de la Comunidad, que,
como venimos indicando, es el indicador elegido para cuantificar la
convergencia real de cada región con la UE-15. En el período
considerado, cuatro de estas regiones han mejorado su convergencia
(ciertamente no mucho, excepto Extremadura), y dos (Asturias y
Murcia) la han empeorado.
En orden de mejor a peor, encabeza la lista Extremadura, cuyo
PIB per cápita relativo ha avanzado un 8,46% en los ocho años.
Ocupando Murcia el último lugar, relativo a haber retrocedido su PIB
per cápita un 2,66% en el mismo período. Bien es verdad que Murcia
se hallaba cerca de 16 puntos por encima de Extremadura al
comienzo de ese proceso, no pudiendo ignorarse que no es más fácil
crecer cuando se está abajo que en la cima.
Claro es que también cabe decir que las regiones que más
fondos comunitarios han recibido, estarían peor si no los hubieran
percibido. Pero está claro que hasta cierto punto ha habido un efecto
adormecedor".

Ramón Tamames "La ampliación comunitaria y sus posibles consecuencias para España"